A Asociación de Amigos de Grecia é, conforme establecen os seus estatutos, unha entidade sen ánimo de lucro dedicada a fomentar e manter relacións de intercambio cultural con Grecia e a promover toda clase de actividades que teñan por obxecto a difusión e mellor coñecemento da cultura daquel país.
Integrada por persoas procedentes de distintos puntos de Galicia; os seus gustos artísticos e puntos de vista individuais poden presenta-la natural diverxencia da pluralidade, mais coinciden no seu fondo amor por unha lingua, un país e unha cultura e no seu propósito de impulsa-las relacións culturais entre ambas rexións.
Integrada por persoas procedentes de distintos puntos de Galicia; os seus gustos artísticos e puntos de vista individuais poden presenta-la natural diverxencia da pluralidade, mais coinciden no seu fondo amor por unha lingua, un país e unha cultura e no seu propósito de impulsa-las relacións culturais entre ambas rexións.
LOS HELENÓFILOS
Aclarar antes que nada, que los helenófilos no somos pedófilos, ni padecemos de carencia de coagulación en la sangre, (eso es hemofilia). Tampoco somos un grupo de antiguos seguidores de Doña Helena Francis.
Los helenófilos somos esos afortunados mortales, elegidos de los dioses, que en un momento determinado de nuestras vidas nos cruzamos con la Hélade, y desde entonces sabemos lo que es la belleza absoluta, enquistada en un tiempo pasado que no volverá, y del que sin embargo quedan suficientes rastros como para poder rememorar y evocar aquella edad de oro del espíritu de los humanos.
Todo helenófilo “de raza” tiene a Grecia por segunda patria. Y cuando el helenófilo pasa unos meses sin pisar el suelo de la lejana patria, esa Ítaca que los dioses se obstinan en alejar de la proa del barco, surgen inevitablemente convulsiones y sudores, fruto de la abstinencia que producen la distancia y el tiempo.
Sin embargo, hay una compensación que alivia el alejamiento de esa tierra a la que amo desde hace casi cuarenta años.
Cuando el helenófilo llega, por ejemplo, a París, sabe perfectamente que, cerca de la arquitectura tecnológica de Pompidou, hay un trozo de su patria dentro del Palacio del Louvre. Un trozo en que se encuentra el erotismo contenido de las caderas de la Victoria de Samotracia, y el erotismo no tan contenido de la cintura de Afrodita de Milo.
Si el helenófilo esta en Londres, no tiene problemas para rememorar a su segunda patria. No le hace falta siquiera ir al British Museum.
Un simple paseo por The Mall, y levantando la cabeza, verá una reproducción , a escala idéntica del friso del Partenón, con el fondo pintado en ese azul intenso que los estudiosos aseguran presentaba originalmente el mármol sagrado. O cerca de Paddington, antes de coger el tren a Oxford, nada menos que un edificio entero que pretende rememorar el Erecteion, con tribuna de las cariátides incluida.
En Berlín, el helenófilo no necesita entrar en el museo de Pérgamo y postrarse ante el altar de Zeus: La puerta de Brandenburgo no es otra cosa que un propileo dorico construido a imitación del original ateniense. O en Munich, no hace falta que pague la entrada a la Gliptoteka, pues la plaza que está justo delante, no es otra cosa que el delirio de un arquitecto neoclásico soñando con el Ágora y el Pórtico de Átalo, muchos años antes de que el partido nacionalsocialista manchase aquellos mármoles con sus excrementos.
Incluso en la lejana Escocia, levanté una mañana la cabeza, y sobre una colina de Edimburgo, nada menos que un Partenón a escala real, inacabado por falta de fondos, emocionante memorial a los escoceses caídos en las guerras napoleónicas.
Para un helenófilo, Grecia, su patria elegida y no obligada, está en todas partes, y por ello la lejanía y la ausencia se hace mas llevadera.
¿Y en Turquía, la pertinaz enemiga tradicional? Allí todo rememora la llama sagrada de la Koiné: Troya, Pérgamo, Efeso, Halicarnaso, Mileto… ¿Qué es hoy mas heleno: Grecia o Turquía?
Los helenófilos podemos aguantar largos períodos de ausencia gracias a estos trucos con los que engañamos el hambre de nuestra patria espiritual. Sin embargo llega un momento en que no pueden mas. Con dinero o sin dinero, cogen un avión, y al pisar la tierra sagrada del Ática, tan sólo pueden postrarse y dar gracias a los dioses por estar de vuelta en la cuna de todo lo digno y bello que existe sobre la tierra.
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