Son las :

¿Colonias Griegas en Galicia?

¿Quien se atreveveria a decir que Galicia en sus origenes fue griega antes que romana? Reproducimos a continuación un extracto del libro Historia de Galicia de Don Jose Verea y Aguiar impreso en 1852 y que cada uno saque sus conclusiones.


SOBRE LA LLEGADA DE LOS GRIEGOS A GALICIA Y SUS COLONIAS EN ELLA


Quien lea por primera vez el tíltulo de España Griega en el crudito Masden, creera de buena fe, que va a hablar de todas las poblaciones que los griegos establecieron en la Peninsula y por medio de cómputos y reflecsiones negativas, se empeña en sostener la mayor antigüedad griega en Cataluña respecto de todas las demas provincias. La Betica estaba dominada por los fenicios, la fundación de Sagunto por los Zacintos 200 años antes de la guerra de Troya, como escribió Boco, no puede ser, porque , concedido esto, iba por tierra la antigüedad de la ciudad de Rodas, hoy Rosas en Cataluña, y de las demás fundaciones semejantes; y 200 años antes de la guerra de Troya, dice, aún no sabian navegar los griegos. ¿Cómo habia de tener lugar en su España griega nuestra Galicia, y de los demas pueblos que la siguen al Occidente y al Septentrion? .....


Asclepiades Mirleano terminantemente puso colonias griegas en Galicia así como otros historiadores. Sin mendigar de ellos, podemos asegurar, que la Galicia ha sido tan griega como otra cualquiera provincia de la España.....


Lo mas estraño es que los demas historiadores españoles, que creen sin la menor duda la venida de los griegos fundadores de Sagunto 200 años de la guerra de Troya se empeñen en negar fundaciones semajantes en la Lusitania y en Galicia encaprichandose en que Asclepiades fue un embustero....


¿Quién sembró los nombres griegos en tantos pueblos de la Lusitania y de Galicia? ¿Quién introdujo las costumbres griegas en estas regiones y en Asturias y en Cantabria? De donde viene parte del dialecto que aún se conserva en las dos primeras? Los certámenes gimnásticos, la lucha, la carrera, las hecatombes, o los sacrificios de cien victimas, las fórmulas griegas en los matrimonios, los trages, el casco con tres plumas a la griega, y otros usos que Estrabon dá a los lusitanos; las costumbres lacónicas o de los lacedemónios, la inclinación de los gallegos á las cosas de la Grecia, que afirman ademas otros, ¿fueron romanos o los godos quienes las introdugeron? Es verdad que algunos niegan que Ulises en sus viages pasase de la Sicilia; mas Estrabon dice que en la Galicia habia una ciudad llamada Ulisea, en ella un templo de Minerva, y que en éste se veian memorias del viage de Ulises á España....


Sea como quiera; fuesen los griegos á la vuelta de la guerra de Troya, que encontraron sus estados sublevados, u otros antes, ó despues, es innegable que vinieron á Galicia, y no de paso, y que establecieron colonias. En los historiadores o geógrafos no se halla otra mención griega que las fundaciones de Tyde, Helenes, Anphiloquia, y Grovios. Estas poblaciones eran Tuy, Pontevedra, Orense y el Grove; habiendo llamado despues los latinos á amphiloquia, Auriensis, tal vez por el oro del rio Miño, y a Hellenes, Pons Vetus que resulto ser Pontevedra. Pero hay muchísimo mas: Hay el nombre enterito y puro de un rey antiguo de la Grecia que tuvo y tiene un pueblo cerca de la Villa de Noya, Argalo. ¿Que memoria mas clara puede presentarse de origen griego, que el nombre de Caabeiro, que tiene un país cerca del Puente de Heume? En la Samotracia habia los dioses Cabyros. No solo el nombre de Caabeiro que tenemos con el diptongo griego sino tambien el sitio de la muy antigua colegiata, que se distinque con aquel nombre, asegura este origen....
En todas las provincias de España, se tropieza con estos vestigios, en ninguna parte son tan copiosos como en Portugal y en la Galicia. En nuestra provincia pudiern contarse mil: nombres identicos con los griegos de ciudades, montes y rios que se hallan en ella. Además de los Nerios en el promontorio céltico, hay Neiro cerca de Santiago, las jurisdicciones de Neira de Jusá y Neira de Rey en Lugo, y otros. Antela, que fue ciudad en la Limia. Agra, Melante, Berroea, Berta, Boea, Bura, Camara, Cardia, Cella, Meirama, Luintra, Geos, Tivira, Vimianzo, Limoeo, Cardemile, Anceis, Teyra, Perbes, Coristanco, Sumio, Teis, Argonte, Corcubion, Medo, Oleyros, Megalofes frente a Ferrol (que es corrompido de Megapolis), Neda, Cea, Feás, islas Cíes (las de Vigo), Troans (sea que fuese colonia de Troyanos en esta provincia, o que pusiesen este nombre los griegos al pueblo que hay junto á Pontevedra, pues el mismo de Troás hoy pronunciado Troya, fue dado por los de Arcadia y fundadon la ciudad de aquel nombre Arcade y otras como Dardano) Dordaño, Cares, Carcadia, Lira junto a Padron; y Cedeira y en la parroquia de Oza, Castro Yllon, Gamallo, corrompido de Gamellion, Leron, Cos, Nos, en las Mariñas, Mantinca, Mantiñan, Melia, Melias, Grove, Grou, Lobios que significa sepulcros, Parga, Samos, Cammania, una parte de la Tesprocia, cuyos habitantes se llamaban Caamaños, cuyo apellido está indicado bien su origen, Arcas 3º rey de Arcadia, nieto de Lycaon, cerca de la Coruña el pueblo de Arcas Teanes; Broa, nombre que se da al pan de maiz, es palabra griega que significa pan en general ¿de donde le vino a los gallegos? Palco, Quion, Ezaro, un rio de la Grecia, Ezaro otro en Galicia, Ares, Liripio, todos estos y muchos mas....
Ahora decidme; ¿fuimos griegos o romanos?


¿Quieres ir a Atenas y volver verdaderamente contento?­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

¿Quieres ir a Atenas y volver verdaderamente contento?­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­


Como ateniense que soy te voy a dar algunos consejos: lo primero que debes hacer es mentalizarte de que los griegos somos gente anárquica e impulsiva, y nos encanta improvisar. Déjate llevar y, sobre todo, olvídate de esquemas y mitos prefabricados, porque Pericles murió hace ya 2400 años y, desde aquella gloriosa época dorada, la vida de Atenas y de los griegos ha dado ya muchas vueltas. Confía siempre en nuestra capacidad de improvisación y no desesperes nunca. Siempre aparecerá algún dios olvidado, de los muchos que siguen por allí, para solucionar cualquier imprevisto.
La ladera Este de la Acrópolis sigue siendo tan atractiva y familiar como siempre, con sus sorprendentes y laberínticos caminitos entre humildes y eternas casitas de pueblo que no se rinden al progreso. Camínalos y deja que te lleven por donde ellos saben. No permitas que un equivocado pudor, por eso de sentir como que entras en la intimidad de los vecinos, te haga perderte ese viaje al pasado que puede llevarte a profundas reflexiones.


Esa humilde aldea ha sido, durante siglos, lo que ha quedado de la gran Atenas de Pericles. Busca la calle más alta y cercana a las murallas de la Acrópolis por el Norte; lleva por nombre Stratonos y, más adelante, Theorias. Es preferible llegar a ella a última hora de la tarde, ya que en su extremo oeste están las rocas de Arios Pagos, donde es tradición subir a despedir el sol cada día. Esa vista desde el corazón más antiguo de la ciudad es inolvidable. No vayas a pensar que vas a estar solo o sola con tu novio o tu novia, pero relájate; a todos nos gusta disfrutar de lo bello y profundo, y el culto al sol es más antiguo, perdurable y generalizado que el de cualquier otro dios del pasado o del presente. Te aconsejo máxima precaución: las rocas son extremadamente resbaladizas. No vaya a ser que desde ese limbo del placer y felicidad te veas aterrizar en una ambulancia o un extraño hospital. En general, todas las ruinas y pueblos antiguos de Grecia están empedrados con unas losas de mármol muy gastado y resbaladizo, por lo que es necesario recorrerlos con calzado adecuado.


Después de ver la puesta de sol, se puede volver bajando a pie hasta el barrio de Placa, donde encontrarás montones de tiendas de regalos. A lo largo de ese recorrido toparás con infinidad de cafés y tabernas-restaurantes para todos los gustos.


Monastiraki, en la calle Ifestu, al lado de la parada del metro, es la sede del mercadillo de mil y una maravillas: bolsos, antigüedades, etc... Mucha gente, muchos empujones para la mañana del domingo.


Psirí es un barrio viejo de la ciudad que sufre un proceso de cuidadosa rehabilitación. Numerosos bares y tabernas para comer y cenar. Accedes a ella desde Plaza de Sindagma por Ermú y Monastiraki; o bien desde Omonia recorriendo la calle Athinás.


Thision es otra zona de tabernas y bares en calles peatonales y de marcha nocturna. Está en la parte Oeste de la Acrópolis, por la concurrida calle Apostolu Pablu. Te recomiendo la taberna o Zanasis, junto a la iglesia de Agios Trifonas. Podrás degustar las mejores chuletillas de cordero de Atenas, faba, “jorta” (verduras de temporada) y otras muchas exquisiteces, además auténtica y deliciosa “retsina” (un vino muy popular con un cierto regusto a resina de árbol).


Desde Filopapu, el parque-colina al Oeste de la Acrópolis, se puede contemplar el Partenón y la majestuosa escalinata de los Propileos tomando un refresco mientras se descansa si aprieta el tórrido verano, o bien echar a volar la cometa el primer día de cuaresma si estás por estos lares en esos días tan agradables de primavera.
El Livavitós, el pico más alto y afilado en el centro de la ciudad, es visita obligada por las impresionantes vistas que ofrece. Además de un teatro, muy agradable para ver alguna obra o asistir a algún concierto de verano, tiene algunas terrazas encantadoras para tomar algo mientras se recrea la vista. Os aconsejo la “Prasini Tenda” (Toldo Verde), frecuentada por los griegos, más que la que está al pie de la capilla de San Jorge.


Otros lugares en los que hay ambiente, especialmente de griegos, son: la Plaza Dexamení, al pie del Licavitós; la Plaza Exarjía y Colonaki, con sus zonas peatonales de bares y tienda. Cerca de la Plaza de Colonaki, en la calle Neofitu Duka, hay un pequeño Museo de Arte Cicládico que no deberías perderte. Son asimismo imprescindibles las entradas de metro de Síndagma y Dafni, donde uno puede hacerse una idea de la evolución de la ciudad a través de distintas épocas


Las Troyanas de Cacoyannis como recurso didáctico


"Las Troyanas de Cacoyannis como recurso didáctico para la reflexión sobre la convivencia y la paz"
(publicado en Perspectiva Cep 2 (2000) 87 - 94)

Alejandro Valverde García
IES Juuan López Morillas. Jódar (Jaén)
allenvalgar@hotmail.com


Sin lugar a dudas, dentro de los temas transversales que se contemplan en la programación de nuestras asignaturas hay uno de especial envergadura dada su vital importancia para el correcto funcionamiento del centro y por la penosa pero innegable actualidad que tiene su desconocimiento e incluso su violación. Nos referimos a la educación para la paz, esto es, a la puesta en marcha de actividades que proporcionen mecanismos adecuados para una recta valoración de los derechos humanos y de los principios básicos de convivencia en las relaciones interpersonales, ardua tarea si somos sensibles ante la creciente deshumanización que está en el trasfondo de algunos planteamientos pedagógicos y que afecta a determinadas áreas del currículo escolar.

Insertada en la Programación de Griego presentamos a continuación una experiencia docente que facilita el estudio y la sensibilización ante los desastres y la inutilidad de toda guerra. Se trata de la proyección en el aula de la película Las Troyanas, adaptación del director griego Michael Cacoyannis de la obra homónima de Eurípides. A ésta le sigue un debate donde docentes y discentes exponen sus propias conclusiones personales.
Esta actividad requiere de una labor previa de documentación que permita abordar de forma provechosa el análisis de la película y de la tragedia que la inspira.
Lógicamente, atendiendo a la capacidad e interés del alumnado, nuestro trabajo se verá enriquecido con la traducción y comentario de distintos pasajes del texto griego original. Los enfoques pueden ser múltiples dependiendo de cuál sea la asignatura donde desarrollemos la actividad. Podemos insertarla en las Optativas de Griego y Literatura Universal de Bachillerato o en Cultura Clásica y Ética de 4º de ESO. De igual forma, puede incluirse en la programación de Inglés, dado que esta película no se ha comercializado en vídeo a nivel nacional y sólo se puede obtener en versión original con subtítulos en castellano emitida por La2.

Es amplia la filmografía de que disponemos sobre adaptaciones cinematográficas de tragedias griegas[1] y, repasándola, hay dos hechos que llaman a primera vista la atención. En primer lugar, que, salvo unas pocas excepciones[2], se ha llevado a la pantalla preferentemente obras de Eurípides. En segundo lugar, tres de estas películas tienen el sello personal de Michael Cacoyannis, director de fama mundial gracias a su Zorba el griego (1964).
La primera de estas tres adaptaciones de Eurípides fue Electra, rodada en Grecia el año 1962. De su calidad artística hablan por sí solos los galardones que obtuvo: Premio del Festival de Cannes a la mejor adaptación cinematográfica, Oso de Plata en el Festival de Berlín y Premio Fémina del de Bélgica, además de encontrarse entre las nominadas al Oscar como mejor película extranjera.
El papel protagonista de Electra recayó en una de las actrices predilectas de Cacoyannis, Irene Papas, quien consiguió con este trabajo su lanzamiento a la fama internacional y su consagración definitiva en el cine[3].
Fruto de esta colaboración entre director y actriz aparecerá en 1977 Ifigenia, que tomaba como modelo nuevamente una obra de Eurípides enlazada temáticamente con la primera. También con esta producción llegará a las puertas del Oscar de ese año en la misma categoría de mejor película de habla no inglesa.
Completando esta trilogía fílmica de temática troyana protagonizada por personajes femeninos, Cacoyannis dirigió en 1971 su personal adaptación de Las Troyanas sobre la traducción inglesa de la prestigiosa Edith Hamilton. El texto mantenía toda la fuerza y el patetismo de la obra de Eurípides y había sido previamente puesto en escena en Broadway en 1963. Cacoyannis saboreó las mieles del éxito con su versión teatral, gozando del aplauso unánime de público y crítica, y esperaba repetir adaptándola al cine.

Durante los siete años que duró la dictadura de los coroneles en Grecia (1967-1974) muchos intelectuales y artistas tuvieron que refugiarse en distintos países europeos y cada uno de ellos hizo manifiesta, de una u otra manera, su lucha por la libertad. Cacoyannis fue una de estas personalidades y su mayor aportación para esta causa fue precisamente Las Troyanas. Con él también tuvieron que huir de su país natal el compositor Mikis Theodorakis -a quien encargó la banda sonora de la película- y la propia Irene Papas -para la que había reservado el papel de la hermosa y cínica Helena-.
Como se puede deducir, el director no eligió esta obra de forma aleatoria sino que buscó en el repertorio clásico aquella obra que se ajustase mejor al tiempo y circunstancia que le tocaba vivir. Su preferencia por Eurípides frente a Esquilo o a Sófocles se debía a que se sentía más identificado con su estilo, más realista y familiar, y con su concepción estética[4].
No debemos olvidar que Eurípides, marcado por la terrible guerra civil entre atenienses y espartanos, no dudó en criticar la política de su tiempo. No se podía exigir responsabilidades de las matanzas al destino o a la voluntad de los dioses, sino a los mismos hombres, a sus pasiones desenfrenadas y a su afán de dominación.
Frente a la cruel política imperialista encabezada por sus conciudadanos atenienses, Eurípides se atrevió a representar en Las Troyanas todas las injusticias personalizadas en un grupo de mujeres que esperan saber cuál es el destino que les espera en suelo griego. Se verán obligadas a abandonar su patria para servir como esclavas para aquellos que han asesinado a sus maridos e hijos. Un episodio que tradicionalmente se celebraba como la gran victoria nacional, es decir, la famosa guerra de Troya, se convertía así en una vergonzosa e injusta actuación represiva sobre los vencidos.
Como era de esperar, esta obra fue relegada al tercer puesto en la competición dramática de ese año (415 a.JC.) y su autor no fue elogiado. Pero no era el único que hacía oír su voz en Atenas. También Aristófanes, con sus graciosas comedias de evasión, teñía de un pesimismo sutil los parlamentos de sus actores aprovechando cualquier ocasión para denunciar a personajes públicos que abusaban sin piedad de su autoridad y ofreciendo siempre ideas para la paz, aunque fueran tan utópicas y risibles como la huelga sexual de Lisístrata[5].

La tragedia, en opinión de Michael Cacoyannis, es siempre actual ya que penetra el alma del hombre de cualquier época expresando el eterno conflicto entre éste y sus demonios internos y externos. No hace falta que el espectador crea en mitos ni en divinidades. A través de los personajes dramáticos podrá descubrir la verdadera naturaleza de la condición humana[6].
Uno de los primeros problemas con los que se tuvo que enfrentar nuestro director a la hora de concebir la película fue quer Las Troyanas no poseía una intriga ni una acción semejantes a las de Electra, sino que, más bien, la obra se presentaba como una extensa elegía compuesta por la yuxtaposición de monólogos y escenas de diálogo[7] que corría el riesgo de convertirse en un monótono lamento[8]. Sin embargo, ya Eurípides había puesto en marcha todos los recursos dramáticos de que disponía para evitar esto a toda costa. Cacoyannis, por su parte, consigue crear un notable dinamismo en dos planos diferentes.
De una parte encontramos un dinamismo interior presente en el texto original. Así, fiel a la composición sinfónica del drama euripideo, las escenas van presentándonos, in crescendo, un progresivo mal que comienza en desesperanza para llegar finalmente al horror y la ferocidad más inhumana. Además, el anuncio adelantado de las muertes que más tarde tendrán lugar aumenta la sensación de suspense. Tal es la función que tienen los repetidos avisos velados dados a la reina sobre el funesto destino de su hija Políxena.
El clímax se alcanza indudablemente en el enfrentamiento de la reina Hécuba con Helena, causante de todas las desgracias de los troyanos, siendo el culmen de los dolores el lamento de la primera ante el cadáver de su nieto Astianacte, que ha sido arrojado desde las murallas de la ciudad para asegurar a los griegos que su descendencia no continuará.
Cacoyannis no concibe la declamación de forma mesurada o contenida como podía verse en Electra. Antes bien, se da vía libre a todo tipo de gritos, lamentos y clamores desgarradores capaces de ensordecer las profundidades del alma[9]. Algunos críticos cinematográficos siguen empeñados en interpretar esto como defectos de sobreinterpretación, especialmente en el caso de la composición de Katharine Hepburn como Hécuba y de Vanessa Redgrave como Andrómaca[10]. No obstante, es evidente que lo mejor de la película es precisamente el trabajo de un brillante y excepcional plantel de actores, donde cabe alabar los distintos registros de Geneviève Bujold en el papel de la contradictoria profetisa Casandra, la sensualidad y temperamento de Irene Papas -premiada por la National Board of Review norteamericana como mejor actriz del año por esta interpretación- y la creación de Brian Blessed de Taltibio, el entrañable mensajero que se debate entre la lealtad al ejército griego y la humanidad hacia el coro de las mujeres.
La segunda forma de dinamismo que consigue Cacoyannis tiene que ver básicamente cepto estético de la filmación. Para recrear el ambiente que necesitaba localizó los exteriores en nuestro país, concretamente en un árido y desolador paraje de Atienza, Guadalajara. A pesar de contar con un presupuesto holgado, llama la atención lo austero y naturalista de la producción, con una esquematización absoluta en decorados y vestuario. Con este telón de fondo y sin forzar jamás la expresión trágica, el director filma las escenas libremente para dar un cuerpo cinematográfico a la obra teatral.
Los movimientos vertiginosos de la cámara siguiendo a Casandra dentro de la gruta, antorcha en mano, entonando el frenético himeneo o la escena del baño de Helena ante un enfurecido grupo de troyanas que no dudan en apedrearla son buena muestra de este dinamismo externo[11]. Cacoyannis tiene en cuenta incluso la versión tradicional a la hora de presentar a Helena desnuda. No se trata de una invención o de un capricho, ya que, si bien Eurípides no hace referencia a este detalle, se contaba que Menelao al ver el seno desnudo de su esposa había arrojado al suelo la espada deponiendo su cólera[12].
Hay por último dos detalles que estructuran también la narración cinematográfica y que actúan de hilo conductor. En primer lugar está el personaje de Hécuba, presente a lo largo del film. La escena inicial y final con la reina postrada rostro en tierra da la sensación de una composición en anillo perfectamente cerrada. En segundo lugar contamos con las intervenciones del coro de troyanas, con alternancia consecutiva de primeros planos y planos en detalle, que sirven de nexo entre los distintos episodios tal y como Eurípides los había concebido[13].
Analizando la película y comparándola con su modelo teatral vemos el inmenso respeto en lo referente a su estructura formal, aunque con ciertas libertades. El prólogo dramático original, por ejemplo, consistía en un diálogo entre Atenea y Poseidón, pero Cacoyannis, a fin de evitar referencias innecesarias de tipo sobrenatural o divino, lo sustituye por una sucesión de planos sobre la destrucción de Troya que, una vez paralizados en blanco y negro, son comentados por una voz masculina en off. Así la función del prólogo no se pierde ya que se logra poner en antecedentes a los espectadores para que puedan calibrar la magnitud de la violencia griega en suelo extranjero. De hecho, la cámara nos conduce hacia las mujeres y los niños, indefensos frente a la brutalidad del ejército aqueo.
A partir de ese momento el escenario va a ser el mismo hasta el final: un terreno abrupto y desolador con algunas ruinas dispersas aún humeantes de las que empiezan a surgir siluetas femeninas vestidas de negro. Es el coro de mujeres troyanas que, presente a lo largo de toda la película, lamenta las desgracias propias y las de su reina. De este modo, tras la monodia inicial de Hécuba, la esposa del rey Príamo, asistimos a la entrada (párodos) de los dos semicoros que entablarán con ella un diálogo.
Aquí es especialmente notable la dificultad para el registro trágico de Katharine Hepburn, quien salió airosa del trance pero no volverá a repetir con papeles semejantes. En repetidas ocasiones manifestó a los periodistas que el estilo austero de Cacoyannis y su forma de entender algunas escenas no le convencían y había discrepancias durante el rodaje. Por esta razón no se encontraba cómoda y le desesperaba especialmente la cadencia y el quietismo de su personaje, de una pasividad y resignación a la que no estaba acostumbrada.
El primer episodio consta de dos partes bien diferenciadas. La primera es un diálogo epirremático entre Hécuba y el mensajero de los griegos, mientras que la segunda se centra en Casandra, hija de la reina, que aparece corriendo enloquecidamente por la gruta mientras entona un atípico canto de bodas. La maldición de Apolo que recae sobre ella hace que nadie crea en sus profecías, razón por la que su madre la trata como si de una demente se tratase. El personaje de Casandra permite a Geneviève Bujold llenar de matices y tonos opuestos su actuación, cambiando constantemente de registro de forma que pasa radicalmente del trance místico a la serenidad y de la exaltación frenética al enmudecimiento final. La escena termina con un triste canto procesional que Mikis Theodorakis pone en boca del coro de las troyanas y con la recitación también coral de un estásimo en el que se hace referencia al famoso caballo de madera. Ambos elementos nos trasladan inmediatamente a la concepción original de la tragedia griega, en cuya representación la música y el canto coral jugaban un papel esencial.
En el segundo episodio vemos a Andrómaca con su pequeño hijo Astianacte -interpretado por el español Alberto Sanz- montados en un carro junto a las armas del fallecido Héctor, hijo también de Hécuba. Andrómaca, de su fiel esposa, ha pasado a ser una joven viuda resignada con su destino. Como si el cinismo no tuviera límites es ahora destinada como esclava para atender, lecho incluido, a Neoptólemo, el hijo de Aquiles, quien había asesinado a su marido. Pero lo realmente inhumano es que los generales griegos han decidido que también su pequeño debe morir. Taltibio, el heraldo, no sabe como comunicárselo y tiene que decírselo a gritos para contener su propia indignación, su impotencia contenida y puede que hasta sus lágrimas[14]. Con una puesta en escena marcadamente teatral contemplamos primero una reacción de histeria colectiva que da paso, a continuación, a una callada aceptación de la crueldad inevitable. Vanessa Redgrave, cuya interpretación no resulta en líneas generales demasiado convincente, protagoniza en ese momento una de las escenas más emotivas del film cuando se despide de Astianacte.
El tercer episodio se abre con Menelao y sus soldados que acuden a caballo al campamento troyano para sofocar violentamente la revuelta de las mujeres. Éstas, llevadas de su incontrolable odio hacia Helena, piden a gritos su muerte. Aquí la tensión dramática se reparte entre Irene Papas, como la infiel y dominadora esposa de Menelao, y Katharine Hepburn, mientras que Patrick Magee compone con acierto al pusilánime y débil general griego que se debate silenciosamente entre creer y perdonar a su mujer o hacer caso a la reina y a las demás troyanas.
Vincent Canby, un prestigioso reportero del New York Times, destacó en su día que la Hepburn daba lo mejor de sí misma en este momento de clímax puesto que tenía enfrente a una antagonista de su altura. A pesar de los diferentes estilos interpretativos de estas dos grandes actrices, Cacoyannis logró conciliarlos y sacarles partido creando así un choque de poderosa oposición que llena la pantalla de forma desbordante cuando ambas, cara a cara, cruzan sus miradas.
Salta a la vista también el cuidado puesto en el vestuario, obra de Annalisa Rocca, que realza el juego antagónico. Las troyanas, con la reina a la cabeza, llevan mantos oscuros y sucios. Sus cabellos, cortados en señal de duelo, están normalmente cubiertos. Helena, sin embargo, aparece enjoyada y con un vestido blanco de pronunciado escote que le deja la espalda al aire. El pelo lo lleva recogido, pero cuando finge el intento de suicidio éste se suelta y da paso a una larga y oscura melena que añade un toque de sensualidad.
Para Michael Cacoyannis Helena no es más que el pretexto fácil que los griegos se han buscado para hacerse con el oro de Troya. Así lo expone en tres escenas diferentes del largometraje. Pero las causas de la guerra resultan superfluas a estas alturas. Lo realmente importante es que quede patente la condena radical a toda intervención militar contra los estratos sociales más indefensos, como en este caso las mujeres y los niños. Menelao con su cobardía representa la vergonzosa debilidad de los vencedores, mientras que Hécuba hace frente con entereza y nobleza a la condena de exilio y esclavitud que pesa sobre su cabeza.
La última parte de la película contiene un broche final magnífico. Se trata del treno que Hécuba entona ante el cuerpo ya sin vida de su nieto Astianacte, que ha sido despeñado desde lo alto de las murallas en cumplimiento de la orden dada por el ejército aqueo. El lamento se subraya con un canto coral donde descubrimos la voz inconfundible de Maria Farantouri, cantante a la que Theodorakis consideraba ideal para interpretar sus temas más desgarradores.
Tras las honras fúnebres Taltibio impide que la reina ponga fin a su vida arrojándose a las llamas y en la escena final asistimos al silencioso éxodo de las troyanas con la mirada perdida en el vacío caminando con paso firme hacia las naves griegas mientras empieza a oírse una melodía atonal, acorde con el desconsuelo reinante en la escena, que da paso a los títulos de crédito.

La reflexión última nos conduce inevitablemente a plantearnos si tanto dolor es necesario. Si abrimos un turno de debate y oímos las distintas conclusiones personales, además de enriquecernos podremos comprobar que la proyección de Las Troyanas no nos ha dejado indiferentes. Su mensaje antibelicista está presente en cada uno de los elementos que configuran el film, ya sea en la interpretación de los diferentes personajes, con su riqueza de matices, en la escenografía o en la música.
Si es real el poder purificador del alma que Aristóteles reconocía en las antiguas tragedias griegas, nuestra reflexión dará un paso adelante promoviendo en nosotros valores y hábitos que favorezcan la armonía y la paz tanto a nivel personal como social.

[1]VALVERDEE GARCÍA, Alejandro, "Filmografía sobre la Grecia Antigua y la trasposición de tragedias y mitos griegos a la actualidad", Thamyris 1 (1997) 6-11. Artículo disponible a través de Internet (www.thamyris.uma.es).
[2]De Sófoccles cabe resaltar las adaptaciones de Antígona (Antígona, 1961, Yorgos Tzavellas) y Edipo rey (Edipo, el hijo de la fortuna, 1967, Pier Paolo Pasolini).
[3]VALVERDEE GARCÍA, Alejandro, "La Literatura Griega con Irene Papas", Andalucía Educativa (en espera de publicación).
[4]GOUDELISS, Tassos, "Drame Antique et cinema grec", en DEMÓPOULOS, Michel, Le Cinema Grec (Centro Georges Pompidou, 1995, Paris), 84.
[5]VALVERDEE GARCÍA, Alejandro, "Propuestas de paz en la Grecia Antigua", Thamyris 3 (1999)9. Artículo disponible a través de Internet (www.thamyris.uma.es).
[6]CACOYANNNIS, Michael, In to Vima, 14-I-1979.
[7]GOUDELISS,T., art.c. 150.
[8]MELERO BBELLIDO, Antonio. Eurípides. Cuatro tragedias y un drama satírico (Akal, 1990, Madrid) 101.
[9]GOUDELISS, T., art. c. 151.
[10]DE ESPAÑÑA, Rafael, El peplum. La Antigüedad en el cine (Biblioteca Dr. Vértigo, Ed. Glénat, 1998, Barcelona) 412.
[11]GOUDELISS, T., art. c. 150.
[12]MELERO BBELLIDO, A., o. c. 102.
[13]NAVARRO,, José Luis. Eurípides. Las Troyanas (Ediciones Clásicas, 1996, Madrid) 10.
[14]GOUDELISS,T. art. c. 151.

A ELECTRA LE SIENTA BIEN EL CINE

“A ELECTRA LE SIENTA BIEN EL CINE:
UN ACERCAMIENTO A LA TRAGEDIA GRIEGA SIN SALIR DEL AULA”  (Publicado en Capsa 2 (2001) 81 - 96)

Alejandro Valverde García
IES Juan López Morillas. Jódar (Jaén)
allenvalgar@hotmail.com


Desde hace algunos años se han multiplicado los esfuerzos para diseñar un acercamiento a la cultura clásica a través de los medios audiovisuales, y, dentro de éstos, de forma especial a través del cine. Así, prestigiosas universidades norteamericanas han empezado a publicar en sus revistas de Filología diversos artículos que tratan la mitología grecolatina partiendo de películas de distintos géneros y épocas, o bien que entresacan escenas, frases famosas y mil y un detalles de la Antigüedad presentes en los films estrenados hasta la fecha.
En nuestro panorama editorial los dos libros esenciales para la aplicación didáctica del cine de romanos y griegos se deben a Fernando Lillo Redonet, y también Rafael De España publicó hace dos años El Peplum: la Antigüedad en el cine, un libro que es ya de consulta obligada para todo aquel cinéfilo y amante del Mundo Antiguo que se precie.
Muchos docentes hemos venido constatando el reiterado buen resultado de la visualización de películas de tema clásico por parte de nuestros alumnos y su posterior debate, no sólo en lo que a conocimientos y motivación se refiere –que ya es mucho conseguir-, sino también por el aumento notable de su capacidad de síntesis y de expresión de sus propias ideas.
En lo que toca al teatro no cabe duda de que la experiencia más fructífera consiste en poder acudir a una representación, y mucho mejor si ésta tiene lugar en el incomparable marco de un recinto arqueológico griego o romano. Son dignos de elogio los esfuerzos de distintos organismos e instituciones para potenciar cada vez más este tipo de actividades dirigidas especialmente a escolares, sin embargo lo que ocurre normalmente es que un centro no puede organizar más que un viaje cada año para asistir a estos festivales. Lo que sí está al alcance de nuestras manos es conseguir una buena selección de adaptaciones cinematográficas de obras teatrales e incorporarla al currículo de nuestra asignatura.
Las opciones son muy variadas. Un ciclo de cine programado por las tardes sería lo ideal, pero muchas veces se queda en pura utopía o termina con unos índices de audiencia cercanos al cuarteto, de forma que la solución más factible y práctica es proyectar los films seleccionados en el horario lectivo, no por ello reduciendo los contenidos de la unidad didáctica donde se inserten.
A la proyección de cada película puede preceder una introducción a cargo del profesor. Resulta útil repartir a cada alumno una fotocopia que contenga la ficha técnica, un guión de trabajo (a fin de que, desde el primer momento se tenga clara la metodología que se va a seguir) y propuestas de actividades que posteriormente realizarán de forma individual o por grupos con portavoces. Todo este trabajo en el que los alumnos se ven implicados y estimulados debe orientarlo el profesor atendiendo a los aspectos que de cada película quiera aprovechar.

Nos proponemos ahora, en primer lugar, recordar rápidamente algunas imágenes para ver qué es lo que nos ha transmitido el cine sobre Literatura Griega y, en segundo lugar, centrarnos en el caso concreto de la Electra de Eurípides adaptada al cine en 1962 por Michael Cacoyannis.

La Literatura Griega en el cine

Las clases de Griego, según nos cuenta Federico Fellini en Amarcord (1974), no gustaban más que al propio profesor, y eso que quedan patentes sus titánicos esfuerzos por llevar a la práctica una buena adaptación curricular.
Pero no todo es tan negativo. Curiosamente, aunque son mucho más numerosas las películas históricas y de aventuras de romanos que las de griegos, en lo que atañe a mitología y a literatura hay muchos más ejemplos inspirados en la tradición helénica. Uno de los temas más recurrentes en el cine ha sido el de las peripecias de Ulises y el de la caída de Troya, si bien es verdad que pocas veces se trata de adaptaciones fieles de la Odisea o de la Ilíada de Homero. Ante nuestros ojos nace la literatura occidental en la figura de un aedo anciano y ciego que, con acompañamiento musical, recita en el palacio de Ítaca un poema épico. Algunos siglos más tarde estas composiciones de marcado carácter oral se fijarán por escrito para evitar su degeneración y su pérdida.
En cuanto a la poesía épica de época helenística contamos con una de las más brillantes películas de tema mitológico inspirada en Las Argonáuticas de Apolonio de Rodas. Don Chaffey rodó Jasón y los argonautas (1963) en pleno declive del género que los críticos franceses bautizaron como peplum, y aunque está también lejos de ser copia fiel de su original –cosa que los guionistas ni se llegaron a plantear- tiene el poder de captar la atención del espectador constantemente gracias al derroche de imaginación del mago de los efectos especiales del momento, Ray Harryhausen.
Hesíodo, por su parte, no tiene tanta suerte en el celuloide. Ni sus hexámetros de tono didáctico ni sus largas genealogías divinas se prestan al lenguaje cinematográfico. Pero siempre hay excepciones: en 1997 Manoel de Oliveira decide que en su película Inquietud la actriz griega Irene Papas recite los versos 116 y siguientes de la Teogonía nada menos que en su versión original.

De Poesía Lírica no encontraremos, lógicamente, más que algunas referencias aisladas. Así, en la secuencia inicial de La batalla de Maratón (1959, Jacques Tourneur) vemos una recreación de los Juegos Olímpicos, en cuyo seno nacen, por ejemplo, los epinicios de Píndaro. Y si de epigramas se trata podemos incluso traducir el de Semónides que aparece en El león de Esparta (1962, Rudolph Maté), la mejor película de tema histórico sobre Grecia.

No cabe duda de que es el género dramático el que con más facilidad se ha llevado a la pantalla. La razón es obvia si tenemos en cuenta que este tipo de composiciones literarias se concibieron para la representación por parte tanto de los actores como del coro, cuyas intervenciones cantadas, separando las partes recitadas, son fundamentales en el esquema de cualquier obra. El gran maestro en este campo es el director griego Michael Cacoyannis, quien ha cosechado desde los años 60 innumerables éxitos por todo el mundo con sus montajes teatrales de las grandes tragedias griegas antiguas, atreviéndose a adaptarlas con igual fortuna al cine, a la ópera y al ballet. El trío Hécuba–Helena–Menelao en el clímax de Las troyanas (1971) es un buen ejemplo de la inmortalidad del teatro antiguo en nuestros días.
La comedia griega, a pesar de las adaptaciones de la Lisístrata o de Los Acarnienses de Aristófanes, no cuenta con buenas versiones cinematográficas. Woody Allen en Poderosa Afrodita (1995) lo que hace es inventarse una especie de drama satírico al mezclar el tono trágico de los personajes de Edipo rey con los comentarios siempre ácidos y burlones del coro y del corifeo. La película fundamental para entender la esencia de la comedia grecolatina sigue siendo, por tanto, el gran musical Golfus de Roma (1966), rodado por Richard Lester en las afueras de Madrid aprovechando los decorados de La caída del imperio romano.

Si dejamos a un lado la poesía nos encontraremos muy pocos films que nos transmitan el inmenso legado literario helénico en géneros como la historiografía, la filosofía, la novela o la oratoria. En Alejandro Magno (1956, Robert Rossen) se nos presenta a Demóstenes y a Esquines enzarzados en filípica discusión, y a Sócrates lo podemos ver en dos telefilms rodados uno en 1970 por Roberto Rossellini y el otro en 1988 por Marco Ferreri. La escasa difusión de estos caprichos de autor hace que sean difíciles de localizar. Sin embargo merece la pena el estudio comparativo de estas producciones y de sus modelos literarios correspondientes para valorar el grado de fidelidad al texto original, en este caso el diálogo platónico. Por último, la visión que nos ofrece Robert Rossen de Aristóteles como preceptor de Alejandro Magno en la película antes mencionada está llena de tópicos y no aporta gran cosa.

Los grandes problemas de la transmisión textual pueden ilustrarse con la escena del incendio de la Biblioteca de Alejandría que nos presenta Joseph L. Mankiewicz en Cleopatra (1963), que nos puede hacer reflexionar sobre la inutilidad de las guerras y sobre la irreparable pérdida de gran parte de la labor filológica de época helenística. Y en El nombre de la rosa (1986, Jean-Jacques Annaud) veremos con todo lujo de detalles el trabajo de los copistas monacales y las atrocidades de la censura por parte de la Inquisición en época medieval.


La Electra de Cacoyannis

Pasemos ahora a tratar una de las mejores adaptaciones que el cine ha podido ofrecer sobre una tragedia griega: la Electra de Cacoyannis.
En 1961 el director griego Yorgos Tzavellas estrena su personal adaptación cinematográfica de la tragedia de Sófocles Antígona, protagonizada por Manos Katrakis y por Irene Papas, una actriz conocida ya en Hollywood pero cuyo salto a la fama internacional estaba por llegar.
Animado por el éxito de esta película, otro director griego, Michael Cacoyannis decide adaptar la Electra de Eurípides al año siguiente, contando con Irene Papas para el papel protagonista. El aplauso unánime de crítica y público fue inmediato y la consagración de la actriz como la gran dama del teatro trágico se convirtió en realidad.
La fórmula del éxito de Cacoyannis reside fundamentalmente en su inmejorable equipo de trabajo. La música de Theodorakis, la presencia de la Papas, la cámara de Antonakis y la fotografía de Lassally volverán a reunirse en 1964 para la creación de Zorba el griego, film basado en la novela de Nikos Katzanzakis y ganadora de tres Oscar. Por otro lado, su gran empeño por acercar las tragedias griegas antiguas al público de su tiempo le lleva a completar su trilogía de Eurípides con otras dos adaptaciones, Las troyanas (1971) e Ifigenia (1977).
El mito de Electra es quizá el que se ha llevado al cine en más ocasiones. Baste citar, entre sus mejores adaptaciones, Elektra (1910, John Stuart Blackton), A Electra le sienta bien el luto, (1947, Dudley Nichols) o Sandra (1965, Luchino Visconti).
En cuanto a los tres grandes autores trágicos griegos de la Antigüedad, es Eurípides la fuente habitual de inspiración para los cineastas. A todas las películas ya mencionadas cabe añadir dos versiones de la tragedia de Medea: la de Pier Paolo Pasolini (1969) y Gritos de pasión (1978, Jules Dassin). En segundo lugar encontramos adaptaciones de obras de Sófocles como la Antígona antes citada o dos films sobre Edipo que se rodaron en 1967: Edipo, el hijo de la fortuna, de Pasolini y Oedipus the King de Philip Saville.

Centrándonos en el estudio de la adaptación de Cacoyannis, son varios los aspectos que podemos destacar. Así, de entre los personajes, el de Electra es lógicamente el más rico en matices. Hay en ella una dualidad insostenible: por un lado, el odio que siente hacia su madre le hace ser fría en su relación con los demás personajes y planear su venganza convenciendo a su hermano, pero, por otro lado, se vislumbra el arrepentimiento antes y después de dar muerte a su madre. Su dolor e infelicidad, provocados aparentemente por la actitud siempre injusta y caprichosa de Clitemnestra provoca en el espectador la compasión y hasta la justificación del crimen, más aún cuando todos los personajes parecen aplaudir esta determinación, pero el vacío que experimenta al final muestra claramente que su sufrimiento no se ha aplacado, ni mucho menos, con la venganza.
Orestes, un carácter bien perfilado como adolescente de personalidad inmadura, parece estar resuelto a dar cumplimiento al oráculo de Apolo y matar al amante de su madre pero tiene sus reservas en lo que al matricidio se refiere. Su misión es la de ser la mano asesina que cumple los deseos de su hermana y, sobre todo, la de propiciar un suspense en el desarrollo de la acción mediante un extenso episodio en el que ocultará su identidad.
Clitemnestra es el contrapunto a Electra y se caracteriza por la doblez. La soberbia va a marcar cada una de sus intervenciones, incluso en las que no habla. Su mirada altiva y criminal se asemeja a la de su hija pero, frente a frente, en el agón final comprobamos que, mientras su hija expresa lo que hay en su corazón, ella es incapaz de reconocer sus faltas. A pesar de la amabilidad aparente de sus palabras y de su fingida ansia de reconciliación, sus ojos son el espejo de sus verdaderos sentimientos. Sus primeras palabras en la película anuncian su horrenda muerte a manos de sus propios hijos.
Hay también dos personajes secundarios que desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la acción dramática. El primero es el labrador de Micenas con quien han desposado a la fuerza a Electra. A pesar de la humillación que para ella supone este matrimonio, este hombre sencillo y trabajador va a proporcionarle paz en medio de sus angustias, llegando a respetar su virginidad. Se convierte así en el personaje más entrañable y probablemente el más feliz. En segundo lugar, encontramos al tutor de Orestes, un anciano que va a encargarse de revelar la verdadera identidad de Orestes en una emocionante escena de anagnórisis que nos recuerda, por el detalle de la cicatriz de la niñez, el reconocimiento de Ulises por parte de su anciana sirvienta Euriclea en la Odisea.
Menor relevancia presentan Egisto -casi siempre a la sombra de su amante Clitemnestra-, Pílades, fiel “alter ego” de Orestes, el mensajero o el propio Agamenón, personaje mudo.

La función relevante del coro en las tragedias griegas antiguas queda patente por sus constantes intervenciones, ya sean cantadas o recitadas. Su función es arropar y acompañar hasta el final a la protagonista. El director ha tratado con un gusto esquisito la puesta en escena (distribución y desplazamientos corales, enfoques de detalles y primeros planos resaltando las miradas).

El vestuario muestra con gran claridad la diferencia entre el campesinado y los notables de palacio. Electra y Orestes están separados también por este detalle. La escena de la boda de Electra juega con dos elementos: los cabellos largos y el vestido blanco propios de una novia de época micénica dan paso al pelo corto y túnica negra como muestras de duelo. Los adornos recargados, el ropaje y el maquillaje de Clitemnestra, contrastan especialmente en el agón final con los harapos de su hija. La pobreza se ve repetidamente como una maldición, aunque los valores humanos –dice Orestes- no se dan proporcionalmente a las riquezas, sino más bien al contrario.

Los escenarios naturales elegidos por Cacoyannis nos acercan a lo que podía ser una representación teatral al aire libre en la Grecia Antigua. No hay detalles preciosistas. Incluso el palacio, frío y sombrío, se nos muestra normalmente desde el exterior. Sólo veremos interiores en las escenas del asesinato de Agamenón (baño del palacio), de la acogida de Electra, del reconocimiento de Orestes y del asesinato de Clitemnestra (todo ello en la cabaña del labrador).

La banda sonora original, compuesta por el célebre Mikis Theodorakis, se inspira en la música griega antigua acentuando lo trágico de la trama. Sobre ella hay ruidos constantes, como el de los golpes de espada sobre el escudo de Agamenón producidos por Orestes niño. Este ruido resurgirá en adelante como presagio de los asesinatos de Egisto y Clitemnestra. Por otro lado, la música folklórica popular se nos presenta en dos intervenciones corales y en la festiva danza de enmascarados en honor de Dionisos.

En cuanto al guión de la película, obra del propio Cacoyannis, debemos decir que a la belleza de los diálogos de Eurípides se han sumado otros detalles que enriquecen la obra o que vienen exigidos por el propio lenguaje cinematográfico. Así, todo el comienzo del film, que no aparece en el texto original, se ha concebido a modo de prólogo para poner al espectador al corriente de los antecedentes del drama.
Las recurrencias de imágenes hacen que el principio y el fin de la película se enlacen dando unidad temática a la obra: así, la llegada en silencio de Agamenón al palacio y su muerte (alternando imágenes del asesinato con el vuelo de aves negras y con las convulsiones de Electra) anuncian el triste final de Clitemnestra (reapareciendo las aves y la desesperación exagerada de las campesinas) con un final silencioso en el que, sin despedirse, los matricidas se separan y se alejan sin rumbo fijo.

Todos los puntos que hemos comentado han surgido de la reflexión de un grupo de alumnos que trabajaron en el aula esta película. Dependiendo de los objetivos que nos marquemos nuestra actividad podrá enfocarse de muy diversas formas.
Hemos seleccionado la Electra de Cacoyannis por tratarse de una de las mejores adaptaciones con las que podemos contar. De hecho el mismo año de su estreno obtuvo el Premio del Jurado a la mejor transposición cinematográfica del Festival de Cannes, una nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa y diversos reconocimientos en los Festivales de Tesalónica, Edimburgo o Acapulco, y en 1963 la Corona de Plata “David O. Selznick” del Festival Internacional de Cine de Berlín. Se cuenta que el profesor de Griego de Oxford Hugh Lloyd-Jones declaró: “Electra es sin duda la mejor película de un clásico que yo haya visto jamás. Cacoyannis tiene un toque de genialidad. Ha conservado el espíritu de la obra de Eurípides y lo ha traducido a términos cinematográficos. De hecho, puede que hasta lo haya superado”.
En fin, como el abanico de grandes obras es muy amplio, busque, compare y si encuentra una mejor úsela.

Troyanas

TROYANAS

FICHA ARTÍSTICA:

Título original: The Trojan Women.
Nacionalidad: USA-Gran Bretaña.
Duración: 110 minutos.
Año de estreno: 1971.
Dirección: Michael Cacoyannis.
Ayudantes de dirección: Stavros Konstantarakos, José Mª Ochoa y Roberto Cirla.
Edicción: Michael Cacoyannis.
Guión: Michael Cacoyannis, sobre la traducción inglesa de Edith Hamilton de Las Troyanas de Eurípides.
Producción: Michael Cacoyannis y Anis Nohra (Cinerama Releasing).
Director de producción: Paco Lara.
Productor ejecutivo: Joseph Shaftel Productions.
Supervisor de producción: Carlo Lastricati.
Ayudante de producción: Derek Haine.
Distribuídora: MCA.
Fotografía: Alfio Contini (Eastmancolor).
Montaje: Russell Woolnough.
Dirección artística: Nicholas Georgiadis.
Efectos especiales: Basilio Cortijo.
Vestuario: Annalisa Rocca.
Música: Mikis Theodorakis (composición y dirección), con la colaboración de Maria Farantouri (voz).
Sonido: Mikes Damalas (grabación) y Alfred Cox (edición).
Reparto: Katharine Hepburn, Irene Papas, Vanessa Redgrave, Geneviève Bujold, Brian Blessed, Patrick Magee, Alberto Sanz.

Electra

  • ELECTRA
    FICHA TÉCNICA

    Título original: Hlektra. Fotografía: Walter Lassally (BN).Dirección: Michael Cacoyannis. Maquillaje: N. Varveris. Producción: 1961, Gran Bretaña - Grecia Ayudante de Edición: L. Antonakis. (Finos Films, Atenas), 110 min. Ayudante de Continuidad: T. Vlassis. Jefe de Producción: Yannis Petropoulakis. Ayudante de Cámara: Yorgos Antonakis. Guión: Michael Cacoyannis. Interpretación: Irene Papas, Aleka Katseli, Música: Mikis Theodorakis. Yannis Fertis, Theano Ioannidou, Notis Ingeniero de Sonido: Mikes Damalas. Peryalis, Takis Emmanouel, Phoebus Rha- zi, Manos Katrakis, Eleni Karpeta, Kitty Ayudante de Sonido: D. Kasimatis. Arseni, Eleni Makri, Eleni Marinou Dirección artística: Spyros Vassilis. Ayudantes de Dirección: Bassilis Mariolis. Anna Stavridou, Elli Trigonopoulou, Rita Lagopoulou, Liza Koundouri, Elsie Pitta y Th. Christides.

    Premios:

    Festival de Cannes (1962): Premio del Jurado a la mejor trasposición cinematográfica.
    III Semana de Cine griego de Tesalónica (1962): Premio a la mejor película, mejor director y mejor actriz (I. Papas).
    Premio de Críticos cinematográficos de Grecia (1962) a la mejor película, director, actriz (I. Papas), actriz secundaria (A. Katseli), mejor actor secundario (N. Peryalis) y banda sonora original.
    Festival de Cine de Edimburgo (1962): Diploma de Mérito.
    Festival de Cine de Acapulco (1962): Premio Especial.
    Premio de la Unión de Juventud Internacional (1962).
    Premio del alto jurado técnico del cine francés al mejor sonido (1962).
    Nominación al Oscar (1962) a la mejor película de habla no inglesa.
    Festival Internacional de Cine de Berlín (1963): Corona de Plata “David O. Selznick”.
    Premio Femina (Bruselas, 1963).
    Premio de Prensa y Crítica cinematográfica (Amberes, 1964).

Unha eternidade e un día

AIΩΝIΟΤΗΤA ΚAI ΜIA ΜΕΡA
(Unha eternidade e un día) 1998.

Dirección: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς. Guión: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς, Tonino Guerra, Πέτρoς Μάρκαρης. Montaxe: Γιάvvης Τσιτσόπoυλoς, Avδρέας Σισαvός. Fotografía: Γιώργoς Aρβαvίτης. Música Ελέvη Καραίvδρoυ.Son: Νίκoς Παπαδημητρίoυ. Vestiario: Γιώργoς Πάτσας. Actores: Bruno Ganz, Aχιλλέας Σκέβης, Ελέvη Γερασιμίδoυ, Νίκoς Κoύρoς, Aλέκoς Ουδιvότης, Avδρέας Τσέκoυρας, Μιχάλης Γιαvvάτoς, Νίκoς Κoλoβός. Producción: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς. Cor, 127 min.

Un domingo de chuvia en Tesalónica. Alexandre, un importante escritor, disponse a abandona-la súa casa, na beira do mar, onde transcorrera toda a súa vida. Atopa entón unha carta da súa muller, Ana, na que lle lembra un día de verán de hai trinta anos. Alexandre comeza entón unha estraña viaxe na que pasado e presente se confunden, de xeito que por un día, por toda unha eternidade, revive os seus momentos felices.

A Mirada de Odiseo

ΤΟ ΒΛΕΜΜA ΤΟΥ ΟΔΥΣΣΕA
(A mirada de Odiseo) 1995

Dirección: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς.Guión: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς, Tonino Guerra, Giorgio Silvagni, Πέτρoς Μάρκαρης. Montaxe: Γιάvvης Τσιτσόπoυλoς. Música: Ελέvη Καραίvδρoυ. Son: Θαvάσης Aρβαvίτης.Actores: Harvey Keitel, Erland Josephson, Maïa Morgenstern, Θαvάσης Βέγγoς, Γιώργoς Μιχαλακόπoυλoς, Δόρα Βoλαvάκη, Μαρία Παπδημητρίoυ.Producción: Giorgio Silvagni. Cor, 176 min. Gran Premio do Xurado, Premio Fipresci da Crítica Internacional Cannes 1995

Un cineasta grego, A., exiliado nos Estados Unidos, regresa á súa cidade natal para iniciar unha apaixonante viaxe. Dende Albania a Macedonia, dende Bucarest a Constanza, a través do Danubio ata Belgrado e de alí a Sarajevo. No seu camiño entrecrúzase coa súa propia historia, co pasado dos Balcáns, coas mulleres pasadas. Espera recobrar con estas imaxes esquecidas a inocencia da mirada primeira.

Os cazadores

ΟI ΚΥΝΗΓΟI
(Os cazadores) 1977

Dirección: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς. Guión: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς, Στράτης Κάρρας. Montaxe: Γιώργoς Τριαvταφύλλoυ. Música: Λoυκιαvός Κελαηδόvης. Son: Θαvάσης Aρβαvίτης. Actores: Βαγγέλης Καζάv, Βαλάσσι, Γιώργoς Δάvης, Μαρία Χρovoπoύλoυ, Ηλίας Σταματίoυ, Aλίκη Γεωργoύλη, Νίκoς Κoύρoς, Ευα Καταμαvίδoυ, Χριστoφoρoς Νέζερ, Δημήτρης Καμβερίδης. Producción: Θόδωρoς Aγγελόπoυλoς, Νίκoς Aγγελόπoυλoς. Cor, 165 min.

O día de Ano Novo de 1976, nunha illa grega, unha partida de cazadores atopa un corpo soterrado na neve e perfectamente conservado polo frío. O seu uniforme revela claramente a súa identidade: trátase dun dos milleiros de partisanos mortos durante a guerra civil. O grupo de cazadores, todos eles pertencentes á elite do pais, decide desenterralo e comenzar unha investigación ó respecto.
A película devén unha extraordinaria alegoría acerca da persistencia do sentimento de culpabilidade na sociedade grega de posguerra: nunha acertada mestura de metáfora poética e reconstrucción histórica, cada membro da partida de caza debe dar contas, ante o improvisado féretro do partisano, da súa actuación no período previo á confrontación civil. Desfilan ante nós o coronel e a súa muller, o home de negocios, o ex-comisario de policía, o ex-partisano - hoxe en día próspero contratista, o político, a actriz de cine que colaborou cos nazis, o nobre monárquico. Ó final todos eles soñan a súa propia execución a mans dos partisanos. Nun gris amencer soterran de novo o cadáver e con el os seus sentimentos de culpabilidade.

Tal e como comenta o propio director "Os cazadores reflicte o modo no que os gregos da miña xeración entenden a historia. Trátase, en efecto, dun estudio da conciencia histórica da burguesía grega: as clases dirixentes do país teñen medo do pasado e por iso o ignoran. Esta é a premisa da que xurde Os cazadores".